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México - La buena vida

A veces es difícil expresar un sentimiento, compartir una sensación, un estado de ánimo.


Desde que llegué a México, vivo la vida de otra manera. Antes de irme, leí mucho para intentar comprender el cambio, pero nada me había preparado para la realidad. Una realidad que me sorprende gratamente cada día.


Creo que una de las mayores diferencias son las sonrisas de la gente. Una sonrisa genuina, cálida y acogedora.



Tiempo para vivir


Aquí, la gente se toma su tiempo. Un atasco... es una gran oportunidad para bajarse del coche y charlar con la persona de al lado. Nadie pita, nadie se enfada. La ira al volante parece no existir aquí. ¿Para qué impacientarse? Ya llegaremos.




Ya sea en la ciudad o en el pueblo, en todas partes hay bancos bajo grandes árboles, fuentes y lugares de encuentro que permiten a la gente conectar con sus amigos, familiares y la comunidad. Los mayores charlan, los niños corretean y la vida transcurre con tranquilidad.



Recuerdos de la infancia


Bajo el gran sauce llorón, el viento olía a resina y pan recién horneado,

la campana de la iglesia repicaba al mediodía como un corazón tranquilo


Éramos cuatro, inseparables:

la mayor, que tanto me impresionaba,

yo, la segunde, siempre aferrado a las faldas de mamá,

la tercera, recogiendo dientes de león,

y la pequeña, el que encontraba alegría en las cosas más sencillas.


El verano se extendía, dorado, interminable.


En casa de la abuela Rose, la puerta siempre estaba abierta de par en par para primos, tías y vecinos que llegaban sin avisar.

El tío Marc hacía sonar su dentadura postiza para hacernos reír a carcajadas.

Papá, sin falta, contaba la historia de "la primera cena con su novia".

Nos la sabíamos de memoria, palabra por palabra,

y nos escondíamos debajo de la mesa, riendo mientras veíamos a los invitados boquiabiertos, pendientes de cada palabra que decía.


A veces, por la noche, todavía puedo oír

el crujido de las tablas del suelo bajo los pies de mamá,

el tictac del reloj que marcó nuestros días felices.

Todo eso está tan lejos ahora.

Sin embargo, cuando cierro los ojos,

vuelvo a oler las lilas,

oigo la risa resonando en el aire cálido,

y aquellos buenos tiempos,

aquellos buenos tiempos que nunca volverán,

me tocan el corazón con tanta ternura.




Todo a mi alrededor me recuerda a mi infancia. Quizás mi memoria esté sesgada, pero me parece que fue una época más feliz, y... aquí la encuentro de nuevo.

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